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Lecturas de hoy domingo,  03 de Agosto

  • Foto del escritor: coriesucm
    coriesucm
  • 3 ago
  • 3 Min. de lectura

Primera lectura

Eclesiastés (Cohélet) 1, 2; 2, 21-23

Todas las cosas, absolutamente todas, son vana ilusión. Hay quien se agota trabajando y pone en ello todo su talento, su ciencia y su habilidad, y tiene que dejárselo todo a otro que no lo trabajó. Esto es vana ilusión y gran desventura. En efecto, ¿qué provecho saca el hombre de todos sus trabajos y afanes bajo el sol? De día dolores, penas y fatigas; de noche no descansa. ¿No es también eso vana ilusión


Salmo Responsorial

Salmo 89, 3-4. 5-6. 12-13. 14 y 17

R. (1) Señor, ten compasión de nosotros. 


Tú haces volver al polvo a los humanos,

diciendo a los mortales que retornen.

Mil años son para ti como un día,

que ya pasó; como una breve noche.  

R. Señor, ten compasión de nosotros.


Nuestra vida es tan breve como un sueño;

semejante a la hierba,

que despunta y florece en la mañana,

y por la tarde se marchita y se seca.

R. Señor, ten compasión de nosotros.


Enséñanos a ver lo que es la vida

y seremos sensatos.

¿Hasta cuándo, Señor, vas a tener

compasión de tus siervos?  ¿Hasta cuándo?

R. Señor, ten compasión de nosotros.


Llénanos de tu amor por la mañana   

y júbilo será la vida toda.

Que el Señor bondadoso nos ayude

y dé prosperidad a nuestras obras.

R. Señor, ten compasión de nosotros.


Segunda lectura

Colosenses 3, 1-5. 9-11


Hermanos: Puesto que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes de arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios. Pongan todo el corazón en los bienes del cielo, no en los de la tierra, porque han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, vida de ustedes, entonces también ustedes se manifestarán gloriosos juntamente con él.


Den muerte, pues, a todo lo malo que hay en ustedes: la fornicación, la impureza, las pasiones desordenadas, los malos deseos y la avaricia, que es una forma de idolatría. No sigan engañándose unos a otros; despójense del modo de actuar del viejo yo y revístanse del nuevo yo, el que se va renovando conforme va adquiriendo el conocimiento de Dios, que lo creó a su propia imagen.


En este orden nuevo ya no hay distinción entre judíos y no judíos, israelitas y paganos, bárbaros y extranjeros, esclavos y libres, sino que Cristo es todo en todos.


Aclamación antes del Evangelio

Mateo 5, 3

R. Aleluya, aleluya.

Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.

R. Aleluya.


Evangelio según San Lucas 12, 13-21


En aquel tiempo, hallándose Jesús en medio de una multitud, un hombre le dijo: “Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia”. Pero Jesús le contestó: “Amigo, ¿quién me ha puesto como juez en la distribución de herencias?”


Y dirigiéndose a la multitud, dijo: “Eviten toda clase de avaricia, porque la vida del hombre no depende de la abundancia de los bienes que posea”.


Después les propuso esta parábola: “Un hombre rico obtuvo una gran cosecha y se puso a pensar: ‘¿Qué haré, porque no tengo ya en dónde almacenar la cosecha? Ya sé lo que voy a hacer: derribaré mis graneros y construiré otros más grandes para guardar ahí mi cosecha y todo lo que tengo. Entonces podré decirme: Ya tienes bienes acumulados para muchos años; descansa, come, bebe y date a la buena vida’. Pero Dios le dijo: ‘¡Insensato! Esta misma noche vas a morir. ¿Para quién serán todos tus bienes?’ Lo mismo le pasa al que amontona riquezas para sí mismo y no se hace rico de lo que vale ante Dios”.


Reflexión
Reflexión

El Evangelio de hoy es una advertencia tierna pero firme de Cristo: “La vida del hombre no depende de la abundancia de los bienes que posea.”


Vivimos rodeados de una cultura que nos empuja a acumular: éxito, cosas, títulos, seguidores, poder… Y muchas veces, sin darnos cuenta, comenzamos a construir graneros más grandes en el alma, tratando de almacenar seguridades humanas, en lugar de confiar en la Providencia divina.


Pero Jesús nos recuerda que todo lo que no se puede llevar al Cielo es pasajero. Que no somos verdaderamente ricos por lo que tenemos, sino por lo que entregamos. Que el corazón humano fue hecho para Dios, y se vacía cuando se llena de egoísmo.


El hombre de la parábola no pecó por trabajar o producir mucho, sino por pensar sólo en sí mismo, por no ver más allá de sus cosechas, por olvidarse de que el alma no se nutre de trigo, sino de amor.


Hoy, Dios te pregunta también a ti y a mí:

“¿Y tú? ¿Para quién estás acumulando? ¿De qué estás llenando tu corazón?”


🙏 Oración:


Señor, enséñame a buscar las riquezas que no se oxidan:

la caridad, la humildad, la fe, el amor.

Hazme rico ante Ti.

Que mi herencia sea el Cielo, y mi tesoro, Tu Corazón. Amén.

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