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Lecturas de hoy domingo, 10 de Agosto

  • Foto del escritor: coriesucm
    coriesucm
  • 10 ago
  • 4 Min. de lectura


Primera lectura

Sabidurίa 18, 6-9


La noche de la liberación pascual fue anunciada con anterioridad a nuestros padres, para que se confortaran al reconocer la firmeza de las promesas en que habían creído.


Tu pueblo esperaba a la vez la salvación de los justos y el exterminio de sus enemigos. En efecto, con aquello mismo con que castigaste a nuestros adversarios nos cubriste de gloria a tus elegidos.


Por eso, los piadosos hijos de un pueblo justo celebraron la Pascua en sus casas, y de común acuerdo se impusieron esta ley sagrada, de que todos los santos participaran por igual de los bienes y de los peligros. Y ya desde entonces cantaron los himnos de nuestros padres.


Salmo Responsorial

Salmo 32, 1 y 12. 18-19. 20 y 22

R. (12b) Dichoso el pueblo escogido por Dios.


Que los justos aclamen al Señor,

es propio de los justos alabarlo.

Feliz la nación cuyo Dios es el Señor,

dichoso el pueblo que eligió por suyo.

R. Dichoso el pueblo escogido por Dios.


Cuida el Señor de aquellos que lo temeny en su bondad confían;

los salva de la muerte

y en épocas de hambre les da vida.  

R. Dichoso el pueblo escogido por Dios.


En el Señor está nuestra esperanza,pues él es nuestra ayuda y nuestro amparo.Muéstrate bondadoso con nosotros,puesto que en ti, Señor, hemos confiado.

R. Dichoso el pueblo escogido por Dios.



Segunda lectura

Hebreos 11, 1-2. 8-19

Hermanos: La fe es la forma de poseer, ya desde ahora, lo que se espera y de conocer las realidades que no se ven. Por ella fueron alabados nuestros mayores.


Por su fe, Abraham, obediente al llamado de Dios, y sin saber a dónde iba, partió hacia la tierra que habría de recibir como herencia. Por la fe, vivió como extranjero en la tierra prometida, en tiendas de campaña, como Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa después de él. Porque ellos esperaban la ciudad de sólidos cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.


Por su fe, Sara, aun siendo estéril y a pesar de su avanzada edad, pudo concebir un hijo, porque creyó que Dios habría de ser fiel a la promesa; y así, de un solo hombre, ya anciano, nació una descendencia numerosa como las estrellas del cielo e incontable como las arenas del mar.


Todos ellos murieron firmes en la fe. No alcanzaron los bienes prometidos, pero los vieron y los saludaron con gozo desde lejos. Ellos reconocieron que eran extraños y peregrinos en la tierra. Quienes hablan así, dan a entender claramente que van en busca de una patria; pues si hubieran añorado la patria de donde habían salido, habrían estado a tiempo de volver a ella todavía. Pero ellos ansiaban una patria mejor: la del cielo. Por eso Dios no se avergüenza de ser llamado su Dios, pues les tenía preparada una ciudad.


Por su fe, Abraham, cuando Dios le puso una prueba, se dispuso a sacrificar a Isaac, su hijo único, garantía de la promesa, porque Dios le había dicho: De Isaac nacerá la descendencia que ha de llevar tu nombre. Abraham pensaba, en efecto, que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos; por eso le fue devuelto Isaac, que se convirtió así en un símbolo profético.


Evangelio según San Lucas 12, 35-40


En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: Estén listos, con la túnica puesta y las lámparas encendidas. Sean semejantes a los criados que están esperando a que su señor regrese de la boda, para abrirle en cuanto llegue y toque. Dichosos aquellos a quienes su señor, al llegar, encuentre en vela. Yo les aseguro que se recogerá la túnica, los hará sentar a la mesa y él mismo les servirá. Y si llega a medianoche o a la madrugada y los encuentra en vela, dichosos ellos.


Fíjense en esto: Si un padre de familia supiera a qué hora va a venir el ladrón, estaría vigilando y no dejaría que se le metiera por un boquete en su casa. Pues también ustedes estén preparados, porque a la hora en que menos lo piensen vendrá el Hijo del hombre''.


Reflexión


El Señor nos invita hoy a vivir con el corazón despierto y la fe encendida. “Tened ceñida la cintura y las lámparas encendidas” no es solo una llamada a esperar un momento futuro, sino a vivir cada instante como si fuera el encuentro definitivo con Él. Ceñirse la cintura es estar dispuesto a servir, a salir al encuentro, a no dejar que la comodidad o la tibieza adormezcan el alma. La lámpara encendida es la fe viva, alimentada por la oración, la caridad y la vigilancia interior. El siervo que espera a su Señor, incluso en la noche más oscura, es aquel que confía y ama sin reservas, porque sabe que el Esposo volverá. Y cuando Él llegue, será Él mismo quien sirva a los que le han sido fieles: un banquete eterno donde el amor será plenitud. Por eso, Jesús nos recuerda que no sabemos la hora, y nos urge a no postergar la conversión ni las obras buenas. Hoy es el momento de abrir la puerta, de velar con esperanza, de mantener el aceite encendido en el corazón, para que, cuando Él llegue, nos encuentre preparados y dichosos.


Oración


Señor Jesús,

que nunca falte en mí la luz de la fe encendida.

Ayúdame a estar atento a Tu voz en lo cotidiano,

y dispuesto siempre a servir.

Que cuando Tú llegues,

me encuentre despierto, vigilante y esperanzado.

Amén.

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